El último concierto de Diomedes Díaz y la historia de la camisa atigrada
“Se me ocurrió decirle que se dejara tomar una foto con la camisa puesta para obtener un juicio objetivo. Cuando se vio en la pantalla de mi celular dijo “que lindo”, y después se fue en una seguidilla de autoelogios y sin bajar el aparato de la mano continuó mirándolo y decía “que bello, espectacular, carajo”, y al fin preguntó por mi opinión: “De Hollywood, compadre, de Hollywood”, le dije… volvió a mirar su fotografía y dijo “que bonito”, y me dio la mano, se arregló el cabello y volvió a darme la mano tres o cuatro veces más, satisfecho con su imagen y su camisa…”.
Eran las doce y veinte de la madrugada del sábado 21 de diciembre. Diomedes dio la señal para suspender la fanfarria y se dirigió al público. Le dijo que objetivo de su presencia esa noche era parrandear con el nuevo disco compacto. Hubo una gritería y ovación aprobando el proyecto. Le dijo que se sentía sabroso. El público respondió con una bulla de plaza de toros. Le dijo que estaba borracho. La gente liberó toda su amargura…”
“Después de la segunda estrofa de ‘La plata’ pidió su silla para escuchar un solo musical de Álvaro López. A la quinta canción me dijo que le parecía suficiente y que le avisara a los muchachos para preparar el regreso a Valledupar. Lo convencí para que en homenaje al estupendo comportamiento del público cantara una última canción, y fue una tonada que nunca en tantos años de trasnochos y tantos amaneceres marchitos le había escuchado y que es utilizada para versear: “El palo de mango”, del maestro Leandro Díaz. Después Diomedes le hizo seña convenida al compadre Álvaro López y se despidió con los acordes de lo que nosotros llamamos “La vaca” y que da por terminada la presentación”.
Escrito por José Zequeda, exmanager de Diomedes Díaz. Tomado de su libro ‘Las Últimas Horas de Diomedes Díaz’.